miércoles, 9 de enero de 2019

El silencio de las niñas y mujeres con Altas Capacidades

Uno de los primeros grandes estudios sobre superdotación, que marcó un antes y un después en este campo, fue realizado por Lewis Terman en los años 20 del siglo pasado, en EEUU. Su objetivo era detectar población de altas capacidades. Algunos de sus hallazgos adquirieron gran relevancia internacional. Sin embargo, según Luz Pérez, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Complutense y autora de diversos estudios sobre la superdotación femenina, “en su estudio no había prácticamente niñas” y la conclusión de Terman fue que “el desarrollo hormonal impedía el buen desarrollo intelectual”. Hoy sabemos que eso no es cierto. “Hoy, con la perspectivas de los siglos, nos damos cuenta de que en aquel momento las mujeres eran prácticamente analfabetas”, afirmó Pérez.

Con el paso del tiempo, la formación académica de las mujeres ha mejorado de forma exponencial en los países occidentales. Sin embargo, durante el XII Seminario Internacional “Mujer y superdotación”, organizado por la Universidad Camilo José Cela y dirigido por Luz Pérez, las especialistas allí presentes pusieron de manifiesto que, a día de hoy, siguen detectándose muchos más casos de niños con altas capacidades que de niñas.

Según explicó durante este evento la psicóloga especialista en altas capacidades Marisol Gómez, por cada 9 niños que se detectan en su consulta, hay una niña. Las estadísticas del Ministerio de Educación también corroboran este dato, ya que de los 23.745 alumnos identificados con altas capacidades en el curso 2015-16 (último del que se tienen datos), sólo 8.457 eran mujeres. Las diferencias empiezan ya en Infantil, cuando hay 201 niños identificados y solo 51 niñas, cuatro veces menos. En Primaria, son 4.410 chicas frente a 12.468 niños. En ESO, 3.057 frente a 8.597 varones. Y en Bachillerato 827 frente a 2.383 chavales. ¿Por qué éstas diferencias?

Aunque se han hecho muchos estudios sobre las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino, Luz Pérez afirmó que la línea más actual de la investigación nos dice que debemos abandonar el neurosexismo y entender el cerebro humano desde otro punto de vista, ya que hay una serie de trabajos que están demostrando que “el cerebro humano es hermafrodita. Es decir, no hay un cerebro masculino, ni un cerebro femenino al 100%”. “Hay aspectos que denominamos femeninos y aspectos que denominamos masculinos, pero en una mayoría de cerebros están mezclados”, aseguró.

 
Entonces, si el cerebro no tiene sexo y la formación académica de la mujer ha mejorado, ¿por qué hay esta diferencia en la identificación de las altas capacidades intelectuales? ¿Por qué no hay apenas mujeres?

Según explicó Marisol Gómez, estas mujeres “se ven obligadas a ocultar sus talentos para sobrevivir socialmente. La necesidad de agradar predomina habitualmente sobre sus altas capacidades intelectuales. No obstante, la mujer con alta inteligencia tiene clara consciencia de sus propias capacidades y las valora, pero en la intimidad. Prefiere no mostrarlas en público por miedo al rechazo social. Es algo que se sabe, pero no se dice ni se demuestra. Es por ello que el diagnóstico en niñas, adolescentes y mujeres adultas es mínimo”.

¿Por qué sucede esto?
 
1. Autopercepción negativa.
Para Luz Pérez, una parte del problema está en la percepción que tenemos de nuestra propia inteligencia y del resto de las mujeres, porque “si nos perciben como poco inteligentes, acabaremos siendo poco inteligentes”, afirmó. De hecho, hay estudios que demuestran que, desde niñas, las propias mujeres se perciben a sí mismas y a las de su mismo género como menos inteligentes que a los varones. Por el contrario, otros estudios afirman que los hombres tienden a sobrestimar sus propias capacidades, lo que puede generar en las mujeres problemas de autoestima.

Por su parte, la psicóloga Marisol Gómez considera que la mujer muy inteligente tiende a infravalorar sus potencialidades intelectuales, debido a su exacerbado perfeccionismo y autoexigencia. En ocasiones “esta actitud de camuflaje puede estar dirigida a limitar el daño emocional que puede producirles el no alcanzar sus propios objetivos por esa ansia de perfección. Generándoles esto una sensación de fracaso. De ahí la importancia de regular los niveles de autoexigencia a través de un concepto más realista sobre el fracaso y las expectativas autoimpuestas”, afirmó.

2. Los mensajes contradictorios.
La adolescencia es un momento especialmente complicado para las chicas de altas capacidades porque reciben mensajes contradictorios. Por un lado, desean desarrollar sus capacidades y destacar intelectualmente, pero los estereotipos sociales de género les empujan en sentido contrario. Según Pérez, las chicas más capaces “intentan ser competitivas y destacar, pero esto les lleva al rechazo social, porque si tú eres la lista de la clase, no eres la que los chicos consideran para salir con ellos. Esto es un dolor psicológico que tienen las niñas muy, muy fuerte y que les lleva a dos síndromes: el Síndrome del Impostor y el Síndrome de la Abeja Reina”. El Síndrome del Impostor hace que se sientan siempre fuera del sitio que les corresponde y el Síndrome de Abeja Reina les lleva a un perfeccionismo imposible en todos los ámbitos de la vida e incluso a la depresión.

Según afirmó Marisol Gómez: “el silencio les vale más la pena en todas las etapas de la vida, desde su tierna infancia, porque cuando se quedan descubiertas pueden sufrir acoso escolar, de hecho lo sufren, sobre todo en la adolescencia, y no soportan ese acoso. Ellas saben que son diferentes y más rápidas intelectualmente que el resto de sus compañeros y compañeras, pero esta cualidad se puede convertir en su peor enemigo. La mayoría de ellas prefieren silenciarse para no molestar”.

3. El contexto educativo.
Otro de los motivos de los que se habló durante el seminario fue que el contexto del aula favorece a los chicos. Según explicó Luz Pérez, los profesores interaccionan más con ellos que con ellas, al ser normalmente más inquietos y necesitar tenerlos tranquilos. Mientras que las chicas, más obedientes y silenciosas, parecen no necesitar tanta atención.

4. La falta de referencias.
La ausencia de personajes femeninos destacados y de altas capacidades es otro de los factores que se pusieron se relevancia durante el evento. Los libros de texto carecen de estos referentes y la sociedad, en general, los desconoce. Son las llamadas “Figuras ocultas”, como las matemáticas que aparecen en la película de Theodore Melfi.

¿Qué podemos hacer para evitar que las chicas más inteligentes se escondan?

Según Luz Pérez, estas niñas necesitan apoyo psicológico y apoyo social, y los principios para ayudarlas serían los siguientes:
→ Identificación temprana.
Hay que detectarlas a edades tempranas. La mayor parte de las ponentes insistieron en la importancia de la detección precoz para poder actuar cuánto antes.
→ Ayudarlas a conocerse.
Según Luz Pérez, “el autoconocimiento y el autocontrol son los dos factores emocionales que más influyen en una buena utilización de la inteligencia. Porque debo saber cuáles son mis capacidades y saber controlarlas”.
→ Trabajar su autoestima y facilitarles experiencias personales de éxito de otras niñas y mujeres. Buscar mentoras que les ayuden y con las que puedan compartir sus ideas.
→ Ayudarlas a situar su “locus de control”, es decir, a lo qué atribuimos nuestros éxitos. Las niñas suelen atribuirlos a su trabajo y esfuerzo, mientras que los niños lo atribuyen fundamentalmente a sus habilidades. Esto puede llevar a las chicas a tener una valoración negativa de sus habilidades y a una baja autoestima.
→ Estrategias para prevenir el perfeccionismo. Muy importante para evitar que caigan en el “Síndrome de Abeja Reina”.
→ Tolerancia a la frustración. Cuidar mucho que los objetivos y las expectativas generadas sean las adecuadas, tanto de los padres, como de los profesores, porque en ocasiones los miedos a no alcanzar esas expectativas les paralizan. Por eso es importante enseñarlas a pedir ayuda y a compartir sus temores.
→ Enseñarlas a no ser pasivas, porque las niñas tienen mucha tendencia a adaptarse y mimetizarse, pero deben saber que no solo es el profesor el que debe poner de su parte, también ellas deben hacerlo.