
No es la primera vez que los agresores dan una paliza a Ricardo por su condición sexual. “De pequeño, ya me pegaron otra vez.”, afirma el joven, que asegura que “me la tienen jurada desde pequeño”. Lo peor no es el dolor físico, tener que acudir al hospital y los terrores nocturnos que padece desde el día de la agresión: “Lo peor de todo es sentirme humillado y que haya personas que se dediquen a obstaculizar mi felicidad”.
Una felicidad que a Ricardo le ha costado alcanzar más que al resto: “Durante cinco años he tenido que ir a un psicólogo porque me hicieron la vida imposible en el colegio y en el instituto”, se lamenta. Ahora, Ricardo tiene miedo a salir de casa, sufre pesadillas y está a base de ansiolíticos para poder dormir. “Llevo año y medio recibiendo amenazas de ellos por las redes sociales”, dice con la voz entrecortada pero llena de valentía, en posición de defensa.

Tras la agresión, Ricardo acudió al hospital y, con el respectivo parte de lesiones, fue a poner la denuncia a un cuartel de la Guardia Civil. “No pienso retirar la denuncia, si la retiro mañana me harán lo mismo”, manifiesta, convencido de que esta “es una lucha que nos toca a todos y todas”. Tiene miedo de salir de casa sin compañía, los agresores viven por su zona, pero no está dispuesto al que el miedo le venza. “Hay que denunciar y concienciar”.
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